Los códigos BiDi (o bidimensionales) y los códigos QR (o quick response) ya son unos viejos conocidos para el gran público.
Estos códigos se inventaron en Japón para etiquetar el inventario de los coches de Toyota.
Para el que no los conozca son un sistema de codificación, una evolución natural de los códigos de barras de toda la vida, que se han extendido como la pólvora en los últimos años, apareciendo en un gran número de productos, cuando se les fotografía con el smartphone te ofrecen información adicional, contenidos exclusivos, promociones o algún tipo de descuento.
El gran atractivo de este tipo de códigos son las posibilidades que nos ofrecen gracias a los teléfonos inteligentes que tienen instalada una determinada aplicación para reconocer estos códigos y descifrarlos.
En el marketing las posibilidades que ofrecen son infinitas siempre y cuándo lo que ofrezcamos al consumidor sea atractivo.
Actualmente, los códigos BiDi y los códigos QR se pueden encontrar en multitud de
artículos, en folletos, cartelería, pegatinas, tatuajes corporales
temporales, en los precios de productos en los supermercados, en tetrabricks…Están asociados a una imagen de modernidad.
A pesar de ser bastante conocidos, no se puede considerar que estos códigos hayan sido un éxito, pero…¿por qué?
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La razón principal de su fracaso es que lo que nos ofrecen se puede obtener de forma más sencilla y rápida por otros soportes, por ejemplo, buscando información u opiniones de ese producto en internet.
Otras razones de su fracaso son la necesidad de descargar una aplicación para interpretar estos códigos y la poca información relevante y útil que nos ofrecen.
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El futuro de los códigos BiDi y los códigos QR es bastante incierto aunque creo que todavía tienen posibilidades de seguir expandiéndose aunque su nivel de adopción real sea muy limitado y apenas se escaneen.